Recortes

[En orden de aparición]




Del sentimiento de no estar del todo

Jamais réel et toujours vrai
(En un dibujo de Antonin Artaud)


Siempre seré como un niño para tantas cosas, pero uno de esos niños que desde el comienzo llevan consigo al adulto, de manera que cuando el monstruito llega verdaderamente a adulto ocurre que a su vez éste lleva consigo al niño, y nel mezzo del camin se da una coexistencia pocas veces pacífica de por lo menos dos aperturas al mundo.

Esto puede entenderse metafóricamente pero apunta en todo caso a un temperamento que no ha renunciado a la visión pueril como precio de la visión adulta, y esta yuxtaposición que hace al poeta y quizá al humorista (cuestión de dosis diferentes, de acentuación aguda o esdrújula, de elecciones: ahora juego, ahora mato) se manifiesta en el sentimiento de no estar del todo en cualquiera de las estructuras, de las telas que arma la vida y en las que somos a la vez araña y mosca. (...)

Hay como un acuerdo de caballeros entre la circunstancia y los circunstanciados: tú no me sacas de mis costumbres, y yo no te ando escarbando con un palito. Pero ahora pasa que el hombre-niño no es un caballero sino un cronopio que no entiende bien el sistema de líneas de fuga gracias a las cuales se crea una perspectiva satisfactoria de esa circunstancia, o bien, como sucede en los collages mal resueltos, se siente en una escala diferente con respecto a la de la circunstancia, una hormiga que no cabe en lo palacio o un número cuatro en el que no caben más que tres o cinco unidades. A mí esto me ocurre palpablemente, a veces soy más grande que el caballo que monto, y otros días me caigo en uno de mis zapatos y me doy un golpe terrible, sin contar el trabajo para salir, las escalas fabricadas nudo a nudo con los cordones y el terrible descubrimiento, ya en el borde, de que alguien ha guardado el zapato en un ropero y que estoy peor que Edmundo Dantés en el castillo de If porque ni siquiera hay un abate a tiro de los roperos de mi casa.

Y me gusta, y soy terriblemente feliz en mi infierno, y escribo. Vivo y escribo amenazado por esa lateralidad, por ese paralaje verdadero, por ese estar siempre un poco más a la izquierda o más al fondo del lugar donde se debería estar para que todo cuajara satisfactoriamente en un día más de vida sin conflictos. Desde muy pequeño asumí con los dientes apretados esa condición que me dividía de mis amigos y a la vez los traía hacia el raro, el diferente, el que metía el dedo en el ventilador. No estaba privado de la felicidad; la única condición era coincidir de a ratos (el camarada, el tío excéntrico, la vieja loca) con otro que tampoco calzara de lleno en su matrícula, y desde luego no era fácil; pero pronto descubrí los gatos, en los que podía imaginar mi propia condición, y los libros donde la encontraba de lleno...

Julio Cortázar,  "La vuelta al día en ochenta mundos", fragmento.


***


To see a World in a grain of sand,
and a Heaven in a wild flower,
hold Infinity in the palm of your hand
and Eternity in an hour.

William Blake, "Auguries of innocence", fragmento.

***


hasta que un día te amalgames con la tierra

les deseo la muerte a todos. de veras les deseo la muerte. deseo que vean pasar a la parca y comprendan que vos, yo, todos nosotros no somos más que hormigas, que caminamos por el cordón de la vereda de una calle de un barrio de una provincia de un país de algún continente, llevando pedacitos de flores blancas durante el verano para pasar el invierno. que las miraditas en el trabajo, los sobres con celofán, las palabras de tu nuera, a los gritos por teléfono y por más fuerte que sean los gritos en los que vienen, nunca tendrán más volumen que la forma de las nubes, que las definiciones de un niño sobre una palabra que no conoce, que encontrar una valija toda llena de sombreros, que la música de la luna llena con un velo de agua.

yo quiero desear la muerte porque no estoy de acuerdo con la vida eterna, con la juventud estirada, con las operaciones para borrar las arrugas. yo no estoy de acuerdo con los "no cambies nunca", con los "para siempre", con los tatuajes de la banda que me gusta. yo deseo la muerte porque la muerte da vida, porque con la muerte, lo real, las lágrimas, la certeza. nos hace falta tanta solemnidad, despojarnos del ruido, y es la muerte la más pura fuente, una mina de solemnidad descubierta por teléfono a las seis de la mañana. la muerte mata las idioteces, las filosofías baratas, los datos duros que envuelven a cualquier persona y que tenés que dar en la ventanilla de admisión de la guardia del hospital. tu número de documento, tu teléfono, el nombre que eligieron para que lleves toda la vida, de nada sirve cuando funde a negro y vienen los títulos.

deseo que esa muerte que les venga, sea la muerte de la persona que más amen. porque es a esa misma persona a la que más critican, con la que más crueles son, a la que más de una vez le tirarían aceite hirviendo en la cara, mientras la vida les da piola, les da piola y el barrilete vuela, vuela y las tiras de papel flamean, desperdician el tiempo esperando algo de alguien que nunca se los va a dar, sorprendiéndose por lo que ya conocen y después se muere, un velatorio indiscreto, era tan bueno, era tan joven, era tan linda (cosas que todos sabíamos, pero que no le dijimos jamás) y una silla al lado del cajón, un vecino escandaloso, un hijo salido del placard y entonces ese mamá, ¿por qué siempre llegás tarde? fue un rayo, hizo ruido, mucho ruido, quemó la heladera, pero después, comprar otra un sábado a la tarde, esperar el flete el lunes de 14 a 18 y entonces, todo hubiese sido más lindo si mamá, qué bueno que viniste.

les deseo la muerte porque es lo más bello que nos puede pasar. nos une en una emoción universal: yo voy a morir. vos vas a morir. tu madre, tu padre, tus hermanos, tus amigos de la escuela, los del trabajo, los vecinos, los hijos de los vecinos. es sólo una cuestión de tiempo. todos vamos a morir y eso es lo único que sabemos y hasta entonces, ¿qué hacemos?

nos deseo la muerte para que entendamos que las características extrañas de nuestras familias, los amigos con los que no tenemos nada que ver, pero que son necesarios para drenar la cabeza, los gatos que siempre se afilan las uñas sobre la misma cortina con bordado de pecesitos, el perro al que le pagan con alimento su trabajo de ladrar en el frente de una casa con jardín enrejado, las terrazas con ropa tendida, el tiempo, las mañanas camino a la escuela, los colores de la pared, las meriendas con la abuela, el viento en la cara, las cosas por hacer, el anillo que llevás hace más de diez años, la voz de tu amor, el olor de la almohada en la cama de tus padres, eso es la vida. y mientras chistás porque un pibe escucha cumbia en el celular, mientas puteás al que dobló a la izquierda, mientras puteás a tu hermano, la piola corre por tus dedos y no te das cuenta de que lo divertido del barrilete es remontarlo. y no dejarlo escaparse.

Nadia Mansilla, "Flipareis".